articulo de opinión Castilla y León: Una educación con alma, presente y futuro


En un país donde frecuentemente los discursos educativos se pierden entre burocracia o peroraciones ideológicas huecas, Castilla y León optó por la acción. Y lo hizo con hechos concretos, pero principalmente, con una perspectiva profundamente humana, entendiendo lo fundamental: los alumnos no son solo el porvenir, son el ahora. Y si anhelamos un mañana más equitativo, más novedoso, más próspero, debemos empezar a edificarlo hoy mismo, junto a ellos y pensando en ellos.

No es por azar que las cifras del Informe PISA 2025 posicionen a Castilla y León a la vanguardia en España, y entre los sistemas educativos más destacados a nivel mundial, semejante a lugares como Japón o Estonia. Los alumnos de la Comunidad no solo exceden por mucho la media nacional, también se ubican por encima de la OCDE en Matemáticas, Ciencias y Lectura.

Tras esos números impresionantes reside un tesoro aun mayor: una comunidad, con mucha fe en su gente y en el valor intrínseco de cada individuo.

Porque aquí, en esta tierra de pueblos pequeños, de invierno largo y vocación fuerte, se ha entendido que la educación no puede ser un privilegio, ni un lujo reservado para los entornos urbanos o para quienes parten con ventaja. Por eso hay aulas abiertas con apenas tres alumnos en zonas rurales, comedores y transporte gratuitos para quien lo necesita, formación profesional adaptada al empleo local, y docentes que no dejan de formarse porque saben que enseñar también es aprender cada día.

Aquí se ha decidido no dejar a nadie atrás. Y eso no es una frase bonita: es un compromiso real con la inclusión. Se invierte en orientación, en diversidad, en ciclos para adultos, en oportunidades para quienes tienen barreras físicas, cognitivas o sociales. Porque educar es también mirar al otro y reconocer su potencial único, incluso —y, sobre todo— cuando no brilla de inmediato.

A menudo se dice que Castilla y León es una comunidad envejecida. Puede que sí. Pero también es una tierra que ha puesto a los niños en el centro de sus prioridades. En el curso 2024-2025 se han ofertado más de 1.300 nuevas plazas gratuitas para niños de 0 a 3 años, lo que permite a miles de familias conciliar, pero también permite a esos pequeños empezar la vida sin desventaja educativa. Se está sembrando desde la raíz.

Y mientras, más de 36.000 profes dedican cada día en las aulas su tiempo, con mucho esfuerzo, con menos alumnos por aula, y además con más recursos y formándose más que cualquier otra comunidad. A ellos hay que darles las gracias por tanta excelencia, que, por cierto, no surge de la casualidad.

Lo que pasa en Castilla y León no es ningún milagro, ni mucho menos una excepción: es el resultado de una visión definida, de una política educativa bien pensada para el futuro, aun actuando en el ahora mismo. En eso reside el quid de la cuestión, por así decirlo.

Porque muchas veces escuchamos que los niños y jóvenes “serán el futuro”, pero Castilla y León no ha esperado a que lo sean: ha apostado por ellos ahora. Porque formar hoy a una niña con herramientas reales, respetando su ritmo, su contexto y sus capacidades, es formar a una mujer capaz de cambiar el mundo mañana.

Sin duda hay espacio para mejorar, esto es claro. La Formación Profesional que presume tasas de integración laboral altas, podría florecer más todavía. Se impone dignificarla constantemente. Los honorarios de los profesores, congelados durante años, necesitan

crecer a la par del empeño que se espera de ellos. Los centros en áreas más afectadas siempre requerirán más apoyo para cortar los ciclos de exclusión. Pero los cimientos están firmes, son realmente fuertes.

Castilla y León ha demostrado que otra manera de hacer escuela es factible. Una educación sin ruido, pero efectiva. Una educación que más que ordenar escucha. Sobre todo, una educación que examina a cada estudiante y le transmite “Tú eres esencial, ahora mismo”.

Porque educar, no se trata simplemente de preparar a alguien para un simple examen, tampoco para el voluble mercado laboral. Educar, esencialmente, le ayuda a esa persona a entenderse a sí mismo, a vislumbrar qué puede ofrecer al mundo, permitiéndole sentir que su opinión vale. En eso, Castilla y León no solo ha sacado matrícula de honor. Ha mostrado la ruta, sin dudarlo. Y cuando un sistema educativo logra eso, no solo construye conocimiento: construye comunidad, esperanza y futuro.

Alfonso González Garrido

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